miércoles, 31 de marzo de 2010

HOMENAJE


Al andar se hace camino que dice el poeta.


Lo que no dice son los cojones que hay que tener para seguir hacia delante. El panorama por venir es descorazonador. Es en estas situaciones que uno se apoya siempre en los pilares de su crianza. Las figuras sólidas, inmutables, eternas, que siempre ofrecen apoyo. Referencias sólidas y seguras que permiten comportarse con la dignidad requerida. Me siento afortunado de disponer de varios ejemplos. Hoy me gustaría rendir homenaje a un hombre que me volvió a enseñar el significado de la palabra "estoico". Dicen que nada enseña como el ejemplo.


Mi suegro (qepd) fue un hombre parco en palabras, abundante en acciones, eternamente preocupado por la salud y el futuro de sus hijos. En sus últimos días fue diagnosticado con un cáncer de pulmón que jamás logró arrancarle ni una queja ni un lamento.


Gallego, emigrado a las américas desde muy joven se dedicó a su trabajo y a su familia. Año con año se rendía a la tentación de volver a su tierra, a respirar sus montes, a saborear su comida, a pasear por su aldea...y es que no hay hombre bien nacido que se olvide de su patria.


Sus hijos y su mujer siempre le ocultaron la gravedad de su enfermedad. Se empeñaban en pintarle un futuro rosa de salud y vitalidad.


Una noche, cuando parecía que una neumonía y la debilidad de su condición iban a impedirle volver a Galicia, me llamaron. Pacté con mi suegro un tratamiento agresivo, de choque, que le permitiera, por lo menos subir al avión, bajo la promesa de que al llegar buscaría atención médica. La verdad es que me quedé preocupado, al quitarle los síntomas, si no se acababa de tratar esa neumonía, no haría sino empeorar.


Pasó tres meses en Galicia, y al volver, cuando le pregunté sobre su condición se limitó a sonreirme, pletórico, alegre. - Me despedí de mi tierra, me dijo mientras me miraba intensamente con esos ojos oscuros y brillantes.


Bien sabia mi suegro que era su ultimo viaje, nunca necesitó a nadie que le disfrazara la realidad. Sin embargo los dejaba hacer, con esa eterna sonrisa bonachona y comprensiva. Nunca se quejó, jamás se vió como víctima, pero tampoco se dejaba engañar.


Incluso en su lecho de muerte, con sus ultimas palabras, se aseguraba de dejar bien dispuestos a sus hijos.


Cuando dejó de respirar el corazón todavía siguió latiendo casi durante 15 minutos. Fuerte, pausado, retumbando sólido y solitario en ese cuerpo que no irradiaba más que paz.


He visto morir a muchas personas, por desgracia es parte de mi trabajo. Pero no recuerdo un corazón que funcionara tanto tiempo sin oxígeno. Y es que un corazón de ese tamaño no debía ser fácil de detener.


Una inmensa lección, el conocer a este hombre valiente, luchador, con valores claros y objetivos definidos. Trabajador incansable por el mejor de los motivos: el amor a su familia, a los suyos. Gran ejemplo que no se debe perder en generaciones venideras. De un servidor depende.

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