martes, 10 de noviembre de 2009

INSTINTO ASESINO



Ultimamente recuerdo con frecuencia a mi antiguo profesor de psiquiatría, don Alejandro. Nos decía que el asesinato es una simple respuesta dependiente de un estimulo, y que todos somos asesinos en potencia, simplemente algunos no hemos recibido el estimulo suficiente. Nos pedía que imagináramos a un energúmeno violando a nuestra hija de 5 años. ¿a quien no se le pondría una nube roja ante los ojos?¿Quien no le vaciaría un revólver en la cabeza? todos asentíamos, dando la razón al maestro ante lo salvaje del ejemplo. Desde entonces he estado convencido de que soy perfectamente capaz de matar... con original violencia, además, si la situación lo demandara. Afortunadamente hasta la fecha no he recibido el estimulo necesario.

Hace unos días recibimos a este muchachito, vivió una horas. Las malformaciones con las que nació eran incompatibles con la vida. Sólo pudimos darle la mayor comodidad posible para que su poco tiempo en este mundo fuera lo menos doloroso posible.

El conjunto de malformaciones que presentaba resultaban sospechosas, pues son atribuibles a la administración de un fármaco específico que no se debe contemplar en mujeres embarazadas. Enfurecido por la incompetencia ajena, y pensando cómo iba a fulminar al médico responsable me dispuse a entrevistar a la madre.

Después de un par de horas me entero que la "madre", deseando abortar sin que su marido se enterase, se aplicó el medicamento que le recomendó una amiga. Mal por supuesto, porque no sólo no consiguió abortar, sino que causó malformaciones a su hijo de extrema gravedad. Esto no sólo no le importó sino que con las malformaciones conseguidas trató de acogerse a la ley de aborto terapéutico (que no se le concedió por tiempo de embarazo y por objeción de conciencia).

La interfecta se encontraba sumamente molesta porque juzgaba excesivos los 9 meses que había tenido que soportar esta carga, ofendida además ya que "si el bebé venia mal me lo tenían que haber sacado antes".

Al día siguiente, solo el padre se presentó a recoger el cuerpo para darle cristiana sepultura. Triste, con los ojos llorosos, pero sereno, con un rosario y una sábana para despedirse de su hijo. Conforme me salgo de la sala para respetar su privacidad me encuentro a la madre, esperando impaciente en la puerta, con cara de fastidio, mirando repetidamente la hora y suspirando ruidosamente. ¡Que razón tenía Don Alejandro!. Todo es cuestión de estímulo, me retiro porque lo estoy empezando a ver todo rojo...

3 comentarios:

27 puntos dijo...

¡Enhorabuena por el blog!
¡Adelante!
¡AE!

gladiador dijo...

Gracias
¡Arriba!

Anónimo dijo...

Qué peligro que aún haya energúmenos como tú en este pais, para hacerlo más glorioso deberíais de desaparecer de él