jueves, 7 de enero de 2010

UNA EXPERIENCIA CERCANA A LA MUERTE




La verdad es que cada vez que oía una de estas historias entraba en mi cabeza el piloto automático que le busca una explicación racional a las cosas. Nunca me impresioné demasiado porque a fin de cuentas la situación fisiológica de un cerebro con sed de oxigeno justifica la mayoría de estas "experiencias". La impresión de flotar, de "salirse del cuerpo", la luz brillante, la sensación de paz.... todo explicable con claras respuestas "de libro".

Así sale uno de la carrera, joven, fresquito y con un impoluto escepticismo a todo lo que huela a sobrenatural. La verdad es que a medida que pasan los años, a medida que se viven experiencias en este extraño mundo de la medicina, las cosas dejan de ser tan claras y absolutas.

Hace un par de días tuvimos uno de estos casos. He cambiado todos los nombres por razones obvias, pero el resto del relato es tan fiel como es capaz de narrarlo el que suscribe, y que lo vivió de primera mano.

El día domingo, ingresa al hospital AML, de 44 años, por el área de urgencias a causa de un sangradito vaginal que le preocupaba. El residente que la atendió, disciplinado, proactivo y con ese voraz apetito por la cirugía que tienen los residentes la convenció de someterse a una histerectomía por lo que la ingresan para quitarle el útero. Con una hemoglobina de 7, (baja para entrar a quirófano), se le administran dos paquetes globulares para "elevar" la hemoglobina y poder operarla dentro de la guardia del residente que la ingresó. Pasó en el hospital la ultima semana del año, completando exámenes preoperatorios, por lo que el residente, al que llamaré Mario, llegó a conocer bien a los tres hijos de la señora que pasaron prácticamente las fiestas en el hospital con su madre.

El día de la cirugía dos arterias anormales y una hemostasia poco afortunada hacen sangrar a la paciente a niveles alarmantes. El cirujano se asusta viendo el cariz que toma la cosa y manda llamar al Dr. Vega, el experto local en sangrados de difícil control. El Dr. Vega ya se había ido, pero afortunadamente pudo dar la vuelta y llegar al hospital a tiempo. Mientras el Dr. se prepara para entrar en quirófano la paciente cae finalmente en paro cardiaco. La sala se vuelve un caos, El cirujano y Mario, que fungía de primer ayudante, dejan caer el instrumental y dan dos pasos atrás con expresión de angustia, mientras el anestesiólogo entra en juego, grita a sus ayudantes, inyecta cardioestimulantes, se solicita entrada a estimulación del cirujano. Luchando entre los dos, anestesiólogo y cirujano se dejan la piel intento tras intento... nada. Más de 15 minutos y la paciente sigue clínicamente muerta. Mario camina poco a poco hacia atrás hasta apoyar la espalda contra la pared del quirófano, abatido. En ese momento entra el Dr. Vega.

- Lleva 15 minutos en paro.

le informa una enfermera. El anestesiólogo se rinde, se sienta mientras pasa la ultima dosis y mira casi con desgana al monitor.

- Que le voy a decir a sus hijos? dice Mario. Lo dice para si mismo, tan bajito que sólo la enfermera lo escucha

De repente el anestesiólogo grita:

- RITMO SINUSAL..... ritmo... tenemos ritmo. Incrédulo frente al monitor tarda unos segundos en reaccionar, de pronto un estallido de actividad: entra a posición el Dr. Vega, se controla el sangrado, el anestesiólogo estabiliza y mejora el ritmo, las enfermeras y los ayudantes se mueven frenéticos sacando compresas, aspirando, ofreciendo pinzas, sutura...

Al día siguiente despierta la paciente aún en terapia. No sólo se muestra impasible al contarle lo ocurrido, sino que ella completa el relato al nuevo residente de guardia. Le cuenta que sintió como se despegaba de su cuerpo, que vio desde arriba toda la actividad del quirófano.

- Vi entrar también a un Dr. ya mayor, y cuando miré hacia mi izquierda vi una cascada de estrellas plateadas y doradas, lo más hermoso que he visto en mi vida. Me sentí irremediablemente atraída. Ya iba hacia ella cuando escuché a Mario decir: que le diré a sus hijos? Y sentí que volvía de golpe a mi cuerpo.

Más asombroso fue cuando la paciente, ya restablecida quiso hablar con cada integrante del equipo quirúrgico para agradecerles sus esfuerzos, describiendo con increíble exactitud lo que habían hecho durante su paro cardiaco, y reconociendo incluso al personal que ella no conocía de antemano, como el Dr. Vega.


Si, estoy seguro de que la mayoría de cosas se podrían explicar con el libro de fisiología en la mano, pero en casos como este, y a estas alturas, miro al libro un poco de lado, con un desdé casi recién estrenado, y me desprendo de un poco más de ese escepticismo del que cada día me queda menos.

4 comentarios:

Pasión dijo...

Hola Gladiador, me creo todo sobre esa experiencia y créeme contarla a los demás es muy difícil, la persona que llega a experimentarla deja de temer a la muerte.

Yo he visto la "muerte", también en una operación, sólo te voy a decir que sentí mucha Paz.

Lo peor de ese trance es la familia, los que nos quedamos aquí sufriendo porque ya no los veremos más...

Feliz Año y a seguir viviendo lo mejor posible.

gladiador dijo...

Si, son de ese tipo de experiencias que nunca aprecia uno hasta que se viven de cerca.
Un saludo Pasión, igualmente, feliz año

S. Cid dijo...

¡Caray, qué experiencia! Me has dejado boquiabierta.

gladiador dijo...

En efecto S. Cid, créeme que de todos los que la vivimos nadie la ha podido olvidar. Una de esas cosas que te tienen dándole vueltas sin llegar a nada claro...